Cuando un cliente entra en el showroom, tratamos de estar atentos a sus necesidades, a escucharlo cortésmente y asesorarlo en lo mejor.
Pero en realidad no queremos hacer esto.
Nos gustaría hacer algo diferente, aunque no se pueda hacer.
Pero se puede contar.
Nos gustaría darle la bienvenida sin nadie más alrededor,
con los teléfonos desconectados y un café caliente.
Sentarnos con él en un sofá o en un sillón durante media hora y presentarnos mutuamente, escuchando de su propia voz sus intereses.
A este punto, terminado el café y la presentación recíproca, invitarle a salir de la tienda, acogerlo en el coche e ir con él al laboratorio.
Una vez allí, le presentaríamos uno a uno a nuestros maestros artesanos que trabajan con nosotros desde hace décadas, y también a los jóvenes del taller, la esperanza de nuestra actividad artesana.
Luego, junto con algunos de ellos, le haríamos ver cómo se procede del diseño de un sofá o de una cama a su realización, partiendo del telar.
Le haríamos probar el producto, haciéndole experimentar con el tacto el placer de la madera maciza, encajes sin clavos que caracterizan nuestra producción.
Sin aburrirle demasiado, sería también bonito que asistiese a la realización manual de uno de nuestros armazones, observando los encajes de madera que sujetan la pieza.
Estaríamos con él para reflexionar durante algún minuto sobre el tiempo que se necesita para realizar un relleno correcto –con las correas elásticas, pero también con los muelles bicónicos de acero atados uno a uno.
Luego iríamos a ver a los maestros tapiceros para admirar cómo trabajan sobre la piel para moldear el revestimiento: también aquí, quedándonos una media hora, no podremos ver que el inicio de la manufactura capitoné de un sofá Chester, por ejemplo, requiere muchas horas de un hombre –y no de cualquier hombre, sino de un artesano que sabe lo que hace.
Le presentaríamos a las chicas que cosen y moldean los revestimientos de tela, cuyas habilidades manuales –lo sabemos– no dejan de sorprender a los visitantes. Y así habríamos pasado una buena media jornada juntos, y estaríamos seguros de haberle hecho comprender el valor de nuestro trabajo.
De nuevo en el coche, lo acompañaríamos a la tienda, convencidos de que su eventual compra sería plenamente consciente.
Nos gustaría ser capaces de proporcionar toda la información necesaria para entender las diferencias y poder efectuar una decisión de compra consciente.
Porque entonces no compraría una cama o un sillón, sino un producto manufacturado fruto del amor y la tradición, capaz de dar felicidad a largo plazo, precisamente porque así fue realizado.
Así nos gustaría tratar a los clientes.